apoltrónate

éste es un blog de buena fe: no busco ningún fin trascendental, sino algo privado y familiar. tampoco me propongo prestar ningún servicio ni trabajo para mi gloria: mis fuerzas no realizarían tal deseo. lo dedico a mi gente (en la sangre y en el afecto) para que pueda encontrar aquí rasgos de mi condición y humor. quiero mostrarme en mi manera de ser, porque soy yo mismo a quien pinto. mis defectos, mis imperfecciones y mi manera de ser se reflejarán aquí de la cabeza a los pies, del cerebro al corazón. si resultara válido, me habría pintado de cuerpo entero y completamente desnudo, pero para eso hay otros lugares. sépase que soy el contenido de mi blog, sin que esto sea válida razón para que emplees tu vagar en un asunto tan frívolo y tan baladí.

lunes, 25 de enero de 2016

La revista Coatl...

Luego de la presentación de los dos libros de Malú Huacuja del Toro (Un Dios para Cordelia y Crueldad en subasta, la última, una de las mejores novelas que se hayan editado en los últimos diez años en México), el otro punto de interés en mi pasada visita a la FIL de Guadalajara fue el encuentro con Juan Carlos Flores Peredo, hijo del maestro Ernesto Flores, y la entrega y custodia temporal de siete de los nueve números de que constó la revista Coatl, editada por el maestro Flores entre 1965 y 1968, publicación tan importante como prácticamente inconseguible. Es una verdadera lástima, pero Coatl no está ni en la Hemeroteca Nacional ni en la Biblioteca Daniel Cosío Villegas de El Colmex. Dicha omisión es para dar vergüenza pero, gracias a la gentileza de la familia Flores Peredo, tendremos oportunidad de consultarla, próximamente, en alguno de estos dos lugares. Como siempre, vayamos por partes…
Quiérase que no, en nuestro entorno subsiste “algo” que no sé si calificar como desinterés o menosprecio, no solamente de la ciudad de México hacia el interior del país, sino del interior del país hacia sí mismo. Cuando digo esto, pienso, principalmente, al menos en dos de los varios sectores en que luego me muevo (Xalapa y San Luis Potosí, en ese orden, aunque también podríamos considerar Guadalajara). En cualquiera de estos lugares están, y en ese orden, las publicaciones de la Editorial de la Universidad Veracruzana (ya sea mediante su valiosísima Colección Ficción o con la revista La palabra y el hombre, por mencionar dos ejemplos), la Revista de la Facultad de humanidades de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí, Letras potosinas o la olvidada revista Estilo, o bien, el caso de Coatl, por referir uno de los diversos esfuerzos editoriales del maestro Flores. Por fortuna, la Universidad Veracruzana tiene en línea todo lo de La palabra y el hombre… las demás publicaciones… bien, gracias, durmiendo el sueño de los justos. En fin.
Coatl… en los nueve números que se publicaron en ese lapso, vemos en ella colaboraciones de: Francisco González León, José Emilio Pacheco, José Luis Cuevas, Salvador Novo, Juana Meléndez, Joaquín Antonio Peñalosa, Juan José Arreola, Emmanuel Carballo, Henri Michaux, Elsa Cross, John Lennon, Manuel Ponce, Helena Paz y… Elena Garro, entre muchos otros. Huelga decir que mi interés en la revista Coatl se debe a la presencia de Elena Garro en dos de los números de dicha publicación…
Hace algunos años, varios, tuve oportunidad de tratar al maestro Flores. De la primera vez, recuerdo el día y el lugar, pero por el contexto, no tuve oportunidad de quedarme a cenar con él y con la maestra Juana Meléndez. Platicamos brevemente y me felicitó por cierto escrito. Tiempo después, aunque yo ya radicaba en Xalapa, fue a San Luis a darnos un taller literario, al que me invitó la maestra Meléndez, previa advertencia: “Ernesto es duro”… y sí, bastante duro, pero fue el primero (el segundo sería Antonio Carreira) que me sugirió leer a “los clásicos”, sobre todo de poesía, y me dijo porqué… mi gratitud sempiterna por esa recomendación. Fueron las dos únicas veces que coincidimos. En el taller nos dijo algunas cosas de Elena Garro y de Octavio Paz. Más de él que de ella, en una actitud bastante crítica hacia Octavio y comprensiva hacia ella… 
Me dejó con cierta inquietud pero… en ese entonces, era bastante complicado, por no decir que imposible, conseguir algo de Elena Garro… Habrían de pasar varios meses para que Alejandro Higashi me hiciera conocer “La culpa es de los tlaxcaltecas”, no tanto por el cuento, sino por La semana de colores, no tanto por el libro sino por A cada rato lunes, de Ulalume González de León. Con los años, mi interés en la obra de estas dos escritoras ha ido creciendo aunque, hay que decirlo, no me he atrevido a publicar nada acerca de su obra… En fin: sabía que en Coatl había algunas cosas de Elena Garro. Pensando en eso y en que se había editado en Guadalajara, y pensando también en mi visita a la FIL, me dije que tal vez Coatl podría estar en alguna biblioteca de Guadalajara… ¿Qué hacer?
Recordé que hacía dos años y, gracias a la gentileza de Malú Huacuja del Toro, tuve oportunidad de conocer, en la FIL y entre otras personas, a Víctor Manuel Pazarín, a quien sigo en Facebook y de quien me interesan sus andanzas literarias, muy particularmente las de El vato y La potranca, dos personajes a quienes espero ver alguna vez en formato impreso. Se me ocurrió que quizás Víctor podría saber algo respecto a la revista Coatl y, con la pena, le mandé inbox en Facebook, preguntándole al respecto y… me contestó algo como: “Claro, hay que preguntarle a su hijo” y… de inmediato me puso en contacto con Juan Carlos Flores, quien me sorprendió con su amabilidad y gentileza: en menos de una hora ya estábamos hablando por teléfono y apalabramos vernos el siguiente lunes, en la FIL.

Sin embargo, fue llegar a Guadalajara y ponerme mal: fue el inicio de algo que consideré gripa y terminó siendo una infección en la garganta y en los oídos, así que casi todos los planes que llevaba, se fueron por la alcantarilla. El lunes me la pasé tirado en cama y el martes me apuré a dejar listo lo que leería en la presentación de los libros de Malú. No pude comunicarme con Víctor Manuel, e incluso estuve a punto de no ver a Juan Carlos, pero me esforcé, tomé un taxi, fui a la FIL, platiqué un rato con él (en la conversación comentamos algunas inquietudes comunes con respecto al legado del maestro Flores que espero poder ver concretadas, así que por eso no las comento por ahora), me entregó las revistas y volví al hotel. Ya en cama, las estuve hojeando. Cuál sería mi sorpresa que en el número 4 de la revista (correspondiente al invierno de 1965-1966), en la columna "Presencia" (que presenta datos bibliográficos de los colaboradores de cada número) aparecen: Homero Aridjis (para mí un tanto equis), Elena Garro, Juana Meléndez de Espinosa y Joaquín Antonio Peñalosa… en ese orden.

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